Historia

Con el Tropicana se va para siempre todo lo que una vez creímos saber sobre Las Vegas

Repasamos la azarosa, espléndida y habitualmente delictiva historia del Hotel Tropicana, quizá uno de los mayores iconos pop tanto de la propia Ciudad del Pecado como de Estados Unidos en general, justo después de su cierre definitivo.
La modelo y actriz Kitty Dolan posa junto a un Ford Edsel Citation del 58 a las afueras del Tropicana.
La modelo y actriz Kitty Dolan posa junto a un Ford Edsel Citation del 58 a las afueras del Tropicana.Hy Peskin Archive/Getty Images

¡No va más! Tras 67 largos años sirviendo tragos, dados y espectáculo a cualquiera que pusiera un pie en Las Vegas con algo de dinero en sus bolsillos, el Tropicana cerró para siempre sus puertas este 2 de abril. El otrora ópalo más brillante e icónico de la Ciudad del Pecado, caladero principal tanto de turistas ávidos de emociones fuertes como de gángsters, high rollers, celebridades a un bis de la obsolescencia programada y vedettes ligando con políticos en las salas privadas, será demolido el próximo mes de octubre para dejar paso a un estadio deportivo presupuestado en más de mil millones y medio de dólares. Antes de las cargas explosivas hagan su trabajo, y aprovechando que el viejo hotel y casino de las estrellas sigue en pie (habitado, eso sí, únicamente por sus fantasmas), se impone realizar un breve recorrido histórico por uno de los edificios quintaesenciales para entender la segunda mitad del siglo XX norteamericano. El crupier nos lanza un seis de corazones, de modo que seis serán los puntos cardinales de nuestro crepuscular homenaje al Tropicana Hotel & Casino.

La mafia se sienta a la mesa

Ben Jeffe, uno de los propietarios del Hotel Fontainebleu de Miami, fue quien compró en 1955 los áridos terrenos sobre los que se iba a edificar un templo del juego que abriría sus puertas solo dos años después, el 4 de abril de 1957. En caso de que te preguntes a qué vino tanta prisa, la respuesta es sencilla: Jeffe y sus socios querían empezar a iluminar el Strip antes de que el Stardust, otro macrocomplejo en construcción por aquel entonces, llegase primero (y lo consiguieron, con más de un año de diferencia). El Tropicana no solo se presentó en sociedad como el resort más caro de Las Vegas, sino que sus responsables se aseguraron de que todo ese lujo se reflejase en cada esquina, llegando a anunciarlo en prensa como “The Tiffany on the Strip”. Tanto oropel no tardó en atraer a la clientela equivocada: solo un maldito mes después de su apertura, el hotel fue objetivo de su primera investigación federal, pues al gángster Frank Costello, amigo personal de uno de los dueños, le encontraron un recibo del Tropicana entre sus efectos personales tras sufrir un intento de asesinato. Nada comparado con lo que ocurriría en 1978, cuando el completamente-ejemplar-y-honesto empresario Joe Agosto aprovechó su posición como encargado de espectáculos en el recinto para lavar dinero en beneficio de sus compadres en Kansas City. No fue, ni mucho menos, el único chiringuito que el FBI desmontó en Las Vegas a finales de los ochenta, pero sí uno de los más sonados.

De Elvis a Bond

El Tropicana es una de las muchas, ehm, “localizaciones naturales” que Elvis Presley y Ann-Margret visitan en la película Cita en Las Vegas (1964), rodada unos años antes de que el Rey estableciese, tejemanejes de Tom Parker mediante, su residencia fija en la ciudad. Nunca llegó a actuar en este hotel, pero es muy posible que el Coronel se gastase gran parte de esos honorarios que le sisaba su chico de oro en alguna de sus máquinas tragaperras. Por su parte, James Bond lo tuvo muy claro cuando visitó el Strip en Diamantes para la eternidad (1971), uno de los mejores documentos audiovisuales de Las Vegas durante este periodo: se hospedaría en el Tropicana, ya que había escuchado que era “bastante acogedor”. Series de televisión como Los Ángeles de Charlie, Ángel o Malcolm se rodaron allí, pero quizá su gran contribución a la cultura popular sea esa secuencia de El padrino (1972) en la que Michael Corleone no tiene más remedio que personarse en una de las salas privadas del casino para leerle la cartilla a su hermano Fredo.

Folies Bergere en el desierto

De todos los espectáculos en directo que el resort acogió desde sus inicios, su particular versión del Folies Bergere parisino fue, sin duda, el más exitoso y representativo, hasta el punto de que ambas realidades fueron prácticamente sinónimos durante décadas. En esencia, se trataba de una revista con bailarinas en topless, como cualquiera que haya visto Showgirls (1995), cuyo guion estaba explícitamente basado en él, sabrá sin duda. Como tantos otros shows de Las Vegas, Folies Bergere era increíblemente costoso de mantener año tras año, pero los propietarios del Tropicana se empeñaron en seguir adelante con él hasta una fecha tan tardía como 2009: al fin y al cabo, estas chicas eran su principal seña de identidad y algo más que un reclamo desesperado para atraer a los jugadores hasta sus mesas de póker, como demuestra el hecho de que algunas de ellas acabasen accediendo a un estatus semi-estelar (¡posaban con el alcalde durante inauguraciones y puestas de largo!) que les permitía, más tarde y con un poco de suerte, poner tierra de por medio para probar suerte en Hollywood. Pero habíamos quedado que ya habías visto Showgirls, así que qué te vamos a contar.

Última mala racha en el Tropicana: este es el aspecto que tenía su fachada justo antes de su demolición.

Ethan Miller/Getty Images
Lo que pasa en Las Vegas…

… se queda en Las Vegas, aunque en ocasiones solo de manera temporal. A partir de 1999, el Tropicana decidió asear un poco su imagen como antiguo patio de juegos del crimen organizado habilitando en su hall un espacio para exposiciones. La primera de ellas, titulada Casino Legends Hall of Fame, repasaba los grandes hitos de la industria del juego legalizado, los letreros de neón más grandes que Godzilla, las piscinas con forma de as de picas, los cócteles helados y el resto de bastiones sobre los que la leyenda de Vegas se cimentó a finales de los cincuenta. Esta especie de Smithsonian kitsch duró hasta mediados de los dosmil, momento en que fue sustituida por Bodies: The Exhibition, esa polémica (nunca se supo exactamente de dónde venían algunas de sus piezas) exhibición de porno anatómico que tanto éxito tuvo en todo el mundo durante aquellos años tan, tan extraños. En 2011, el Tropicana decidió que era el momento de aceptar y abrazar su propio pasado en el sagrado nombre de la taquilla: la Las Vegas Mob Experience ofrecía un recorrido por, lo has adivinado, las diferentes formulaciones del hampa a lo largo de la historia norteamericana, incluyendo hologramas de figuras como Bugsy Siegel e incluso referencias a famosos como Frank Sinatra. Fue tal fracaso que el espacio destinado al museo cerró para siempre en 2013: por alguna razón, la gente no quiere ir al desierto de Nevada para aprender cosas nuevas.

Nuevos tiempos, nuevos dueños, nueva Vegas

Lo cierto es que el Tropicana llevaba viviendo de prestado desde principios de los dosmil, cuando el enésimo conglomerado empresarial que asumió su decadencia barajó vez primera la idea de demolerlo. El último cambio de manos se produjo en 2022, después de una pandemia que le sentó, a todos los efectos, como un último clavo en el ataúd, si bien es cierto que la Bally's Corporation, propietaria de quince casinos a lo largo y ancho del país, lo adquirió ya con intención de borrarlo del mapa. En su lugar se alzará un mega-estadio de béisbol co-financiado por los Oakland Athletics y un nuevo resort, mucho más pequeño que el actual, con el nombre de Bally's. En realidad, tiene todo el sentido del mundo: la Las Vegas actual se parece mucho a esa profecía oscura que Hunter S. Thompson esbozó en algunos pasajes de su memorable Miedo y asco en Las Vegas (1971). La mera evolución natural de la sociedad capitalista a lo largo de las últimas décadas ha ido arrasando con todos los pilares de la Nueva Babilonia para convertirla poco a poco en un gran parque temático familiar, o un Marina d'Or con recursos. Donde antes había vicio y hedonismo para adultos, ahora hay Fórmula Uno, conciertos de U2, partidos de la NFL y demás oportunidades para disfrutar de un entretenimiento sano, sin aristas, profiláctico. El Tropicana dejó hace tiempo de tener sentido en este contexto, luego resulta hasta cierto punto poético que desaparezca para siempre ante la penetrante mirada de la Esfera, flamante metonimia de las Nuevas Vegas.

Claro de luna

Al final de Ocean's Eleven (2001), remake del clásico canalla La cuadrilla de los once (1960), los miembros del equipo formado por Danny Ocean (George Clooney) se reúnen frente a las fuentes del hotel Bellagio, aún en pie hoy día, para contemplar un espectáculo de agua, luz y sonido que sabe a victoria. Steven Soderbergh se centra en cada uno de sus rostros, satisfechos tras haber llevado a buen puerto un trabajo especialmente intrincado, mientras el Clair de lune de Debussy –según la Philadelphia Orchestra– le concede a la secuencia un inapelable halo lírico. Visto con ojos actuales, este glorioso highlight del cine de atracos sabe a réquiem por una Las Vegas que ya solo vive en la cultura pop y los recuerdos de aquellos que la experimentaron, pero lo cierto es que Ocean's Eleven se rodó ya en un periodo donde antiguos hoteles + casinos eran demolidos (de hecho, otra de las escenas míticas de la película tiene lugar durante uno de estos ritos públicos de destrucción) para dejar paso al progreso, a las nuevas modas, a lo último de lo último en cuanto a diversión insensata. En cierto sentido, Las Vegas siempre ha ido de eso. Y siempre ha reflejado, de manera levemente distorsionada, el statu quo social y cultural de todo un país. Claro que la fuente del Bellagio puede ser hipnótica a partir de determinada hora de la noche, pero tenemos que pasar página antes de convertirnos también nosotros, obsesos de las Viejas Vegas, en parte de la exposición Casino Legends Hall of Fame.

Tres bailarinas del Folies Bergere a punto de darse un chapuzón durante la edad de oro.

Bettmann