Cultura

'Seinfeld' es mucho mejor que 'Friends', y tenemos pruebas

El trono de las sitcoms noventeras sólo puede pertenecer a un grupo de amigos neoyorquinos que se creen mejores que los demás.

Trabajo en equipo.

Foto: D.R. / Creación GQ

'El biólogo marino', decimocuarto episodio de la quinta temporada de 'Seinfeld', se compone de veinte minutos de pura perfección televisiva. No hay nada en su estructura, diálogos, dirección o interpretaciones que no funcione. En la subtrama que le da título, Jerry se encuentra con un antiguo crush universitario de George y le cuenta que su amigo es ahora biólogo marino. En un principio, George monta en cólera, pero después se da cuenta de que el truco ha funcionado. La idea de ver a un perdedor egoísta fingiendo ser un triunfador altruista sólo para ligar ya es divertida de por sí, pero entonces George y la chica se encuentran una ballena varada mientras dan un paseo por la playa. Y alguien pregunta en voz alta si hay un biólogo marino cerca.

El productor ejecutivo Larry David probó por primera vez su fórmula de tramas interconectadas al final de la segunda temporada de 'Seinfeld', y entonces decidió que esa era la única manera en que se iba a escribir la serie a partir de entonces. Por supuesto que esta forma de construir escaletas es más compleja que armar unas tramas A, B y C independientes, pero los resultados eran sencillamente espectaculares. En 'El biólogo marino', una mariposa (Kramer) bate sus alas (lanza una pelota de golf del tamaño de un orificio respiratorio hacia el océano) en una punta de Nueva York y George se ve obligado a salvarle la vida a un mamífero gigantesco en la otra. Una vez más, ya era gracioso ver a George dándoselas de científico, pero lo que realmente convierte este episodio en magistral es que sabemos que su farsa va a acabar viniéndose abajo de la forma más humillante posible. Que lo haga por culpa de otra trama del episodio es brillante, pero el episodio incluye dos golpes de genio que no se enseñan en ninguna escuela de guión:

A) George no reconoce que había estado mintiendo en el momento en que alguien pregunta si hay un biólogo marino en la playa, sino que (tal como explica posteriormente en un monólogo) el tipo realmente se remanga e intenta salvar a la ballena. ¡Y lo consigue! "En ese momento, Jerry, ¡yo ERA un biólogo marino!". Claro que luego aprovecha el subidón de euforia para confesar su mentira, a lo que ella responde mandándole a la mierda y cogiendo el autobús para volver a casa sola.

B) La mera idea de que, por culpa de Kramer, George se tenga que encontrar en la única situación entre un millón capaz de destruir su castillo de naipes. Es un giro tan deliciosamente absurdo, tan intricado e improvable, que jamás ocurría en una sitcom tan hemisferio izquierdo como 'Friends', donde cada escena y cada línea de diálogo parecían diseñadas con escuadra y cartabón.

Más que odiosas, las comparaciones siempre son injustas y, hasta cierto punto, absurdas. La NBC no estrenó 'Friends' para pulverizar a su otra sitcom insignia, así que ninguna de las personas implicadas en ambas producciones tuvo nunca esa idea en la cabeza. Los únicos que encontramos algo de sentido en enfrentarlas somos nosotros, sus espectadores, a quienes no nos cuesta nada volver la vista atrás tantos años después para preguntarnos qué grupo de amigos neoyorquinos —aunque la Nueva York de ambas series no podía ser más una Los Angeles disfrazada— ha resistido mejor el paso del tiempo. Antes de que lo digas: ambas están bastante desfasadas a nivel estético, así que no nos referimos a eso. Nosotros vamos a algo más profundo.

Nadie puede negar las toneladas de talento y conocimiento del medio televisivo que encierra 'Friends', una serie por la que los servicios de streaming se pelean (la victoria es de Netflix, pero no por demasiado tiempo) y a la que millones de personas en todo el mundo siguen recurriendo como si fuera el equivalente visual a una manta térmica : hace compañía, es agradable, siempre va a estar ahí cuando llegas a casa después de un duro día de trabajo y te apetece desconectar. Además, ha conseguido la proeza de ser, al mismo tiempo, viaje nostálgico para sus espectadores reincidentes y vistazo a un pasado idílico para los millennials que se acercan a ella por primera vez, ávidos de saber cómo eran las interacciones personales en los tiempos pre-smartphone. Estos seis amigos quedaban para interactuar en persona y se preocupaban los unos por los otros, hasta el punto de que ese era el estribillo de su sintonía.

'Seinfeld' nunca cometió ese error. Sus cuatro protagonistas quedaban ocasionalmente en otro establecimiento de la misma ciudad porque les unieran lazos de amistad, sino que los suyos eran de misantropía. Hay un episodio de 'Friends' en el que Joey le asegura a Ross que, si el hecho de que haya empezado a salir con Rachel le molesta, él estará dispuesto a hacerse a un lado, pues jamás podría hacerle eso a un amigo. Imagina esa misma conversación entre Jerry y George. Imagina a George abrazando a su colega después. Es absolutamente imposible. Además, 'Seinfeld' nunca dejaría a su personaje femenino protagonista, Elaine, fuera de esa conversación, de la misma y paternalista manera que 'Friends' sí prescinde de Rachel en esta secuencia climática. ¿Se supone que debemos empatizar con dos tíos que llegan a un acuerdo sobre una chica a la que tratan casi como un bien peredecero, como mercancía sin agencia? ¿Se supone que estos personajes deben caernos bien? Al menos, 'Seinfeld' tenía clarísimo que sus cuatro protagonistas debían caernos mal. Eran personas horribles, monstruos sin redención. Por eso eran tan graciosos.

En su ensayo 'El sombrero del malo', Chuck Klosterman resume así la premisa básica de la inmortal Serie Sobre Nada: "La mayor parte de los episodios de 'Seinfeld' presenta de manera perifrástica dos puntos de vista sobre el mundo: el primero es que la mayor parte de las personas son malas (y no demasiado inteligentes). El segundo es que preocuparte por otras personas es absurdo (y no demasiado práctico). Es la comedia de situación más villanesca que jamás haya existido".

Jerry, Elaine, Kramer y George, por no hablar de secundarios recurrentes como Newman, eran malísimas personas y trataban a todo el mundo como, en el mejor de los casos, meras herramientas para la consecución de sus siempre interesados fines. La serie compartía este punto de vista, esta cosmovisión cínica con ellos, pero nunca se olvidaba de convertirlos en la diana de todos sus chistes. Cuando Chandler hace uno de sus habituales comentarios homófobos, o cuando Ross se preocupa por el hecho de que su hijo esté creciendo sin una figura heterosexual masculina a mano, 'Friends' espera que su público se ría con esa situación. Que comparta o, al menos, comprenda esa ansiedad masculina normativa y encuentre gracioso el hecho de que (como explican en The Fandomentals) un personaje le diga a otro que se está amanerando.

¿'Seinfeld'? 'Seinfeld' castiga una y otra vez a George cuando intenta ser lo que él entiende por un hombre de verdad, dejando claro que nadie más que su persona pone esa presión sobre sus hombros. David y Seinfeld basaban toda la comicidad del personaje en la figura del schmuck, que en la tradición hebrea siempre ha sido el tonto que se busca su propia desgracia. No hay presión social, porque George y sus amigos son individualistas que miran a su alrededor con desprecio. Sólo hay autodestrucción y risas incómodas, sobre todo cuando, al otro lado de la pantalla, uno se da cuenta de lo mucho que se parecen a estos anti-role models. 'Friends' siempre fue aspiracional, un sueño de teléfonos blancos y veinteañeros guapos con dinero. Ningún personaje de esa serie se pasó nunca un verano sentado en el sofá comiendo palomitas y odiándose a sí mismo. El autodesprecio parecía, como mucho, circunstancial en la Nueva York de 'Friends', mientras que para George Costanza era el núcleo de toda su existencia.

'Seinfeld' estaba construida en torno a pequeñas observaciones de la vida cotidiana. Minucias diminutas del día a día que, no obstante, sacan a sus personajes de quicio y los llevaban hasta el extremo, como si se tratase de meros síntomas de su misantropía crónica. Una risa desagradable, una manía sin importancia, un detalle banal... Estos cuatro cabrones eran capaces de sacar de quicio cualquier cosa para demostrar que la gente es idiota y la sociedad un simple chiste sin gracia, lo que convierte esta sitcom en una de las cosas más subversivas que jamás se han emitido en televisión. Nihilismo urbanita en estado tan químicamente puro que se ha vuelto eterno, inmortal. Hoy puedes ver un episodio de 'Seinfeld' y sentir que todo en él se conjuga en presente, mientras que la superficialidad emocional y las tramas románticas de continuidad que caracterizan a 'Friends' son el pasado. Son otro mundo, pero 'Seinfeld' no. 'Seinfeld' es el nuestro. Es el ser humano al desnudo: no lo que quiere ser cuando se mira al espejo, sino lo que descubriría si pudiera verse el alma.

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