Tecnología

¿Es Bill Gates un filántropo o un matón?

En su podcast, Bill Gates se presenta así mismo como un humanista utópico, pero un nuevo ensayo de investigación (nominado al Pulitzer) presenta un retrato bastante más sombrío del milmillonario.
Bill Gates en la tercera edición del RendezVous de Bercy.
Bill Gates asiste a la tercera edición del Rendez-Vous de Bercy, una cumbre del clima celebrada a finales de 2023 en París.Thomas Samson/Getty Images

Durante la década de los noventa, cuando su poder como CEO de Microsoft era prácticamente incontestable, Bill Gates solía organizar retiros para periodistas económicos en una propiedad que su familia tenía a las afueras de Seattle. Según cuenta el prestigioso periodista de investigación Tim Schwab en el libro El problema de Bill Gates (Arpa) estas “fiestas de pijamas”, pues así se conocían informalmente, para un selecto grupo de reporteros incluían siempre un paseo en hidroavión y una tertulia en la que "él era el centro de atención durante casi dos horas”. Una vez acabado su campamento anual en el rancho del millonario, los periodistas volvían a sus mesas de trabajo y, bueno, escribían sobre Gates y su compañía, se supone que desde la distancia y la imparcialidad que se les presupone.

Las fiestas de pijama fueron idea de Pamela Edstrom, líder de un equipo de comunicación que, según explica Schwab, tenía por costumbre “filtrar historias exclusivas en torno a Windows 95 a todos los periódicos y publicaciones importantes”, dándole a cada uno un toque acorde con sus respectivas líneas editoriales. Unos años más tarde, Jeff Bezos tomaría buena nota de esta estrategia comercial en Campfire, el retiro para escritores más exclusivo del mundo, y Sun Valley, el campamento de verano/ciclo de conferencias sobre negocios y economía del que se reían en aquel episodio de Succession (HBO). Lo interesante es que, a día de hoy, Bill Gates ni siquiera parece necesitar que una gurú mediática como Edstrom le dé a los medios el trabajo hecho, ni tampoco invitar a un selecto grupo de periodistas salmón a su finca familiar: tal como escuchamos en el podcast Unconfuse Me, el filántropo puede llegar de una manera más directa hasta el corazón de la opinión pública (y seguir manteniendo conversaciones donde él es el centro de atención) sin necesidad de intermediarios.

Como trabajo de relaciones públicas y marca personal, Unconfuse Me es una pieza muy, muy valiosa. Como podcast de entrevistas… Bueno, lo cierto es que depende del invitado: su conversación con Sam Altman, CEO de OpenAI, incluye algunas revelaciones interesantes sobre el futuro de ChatGPT y los modelos conversacionales en una sociedad que deberá aprender necesariamente a adaptarse al cambio, pero al mismo tiempo está llena, como también ocurre con las que vertebran los demás episodios, de pinceladas humanas y anécdotas destinadas, en esencia, a lavar la imagen de presentador e invitado. “Estoy todo el día en Slack”, confiesa Altman en la clase de declaración milimétricamente calculada para: a) generar titulares simpáticos; y b) presentarlo como alguien reconocible y cercano para unos oyentes techies que, en el 99% de los casos, también se pasan el día en Slack. Al final de cada episodio, uno tiene la sensación de que el verdadero objetivo de Unconfuse Me no es tanto acercar la tecnología de vanguardia a sus usuarios como presentar un retrato muy concreto de Gates, quien asegura “tratar de des-confundirse acerca de algunas de las cosas que me fascinan”… cuando, según podemos leer en el libro de Tim Schwab, lo cierto es que nada le fascina tanto como su persona.

Robert Kuttner, cofundador de la revista The American Prospect, define El problema de Bill Gates como “la crítica definitiva de Gates como filántropo matón”. Apoyándose en la fundación caritativa que administra junto a su ex-esposa Melinda, el titán de la revolución computacional supo dar un giro de 180 grados a la percepción que el público tenía sobre él: ya no era el codicioso y autoritario tiburón corporativo que aprovechó la enfermedad de su socio Paul Allen para conspirar contra él, sino el benefactor afable que estaba dispuesto a reconducir sus más que generosos recursos hacia un plan para salvar a la humanidad. La pandemia trastocó un poco ese estado de cosas (para cierto sector de la población, Gates es el villano de James Bond que ha instalado un microchip de control de comportamiento en tu cerebro), pero las actividades de la Fundación Bill & Melinda Gates siguen hoy en día llevando el altruismo por bandera hasta aquellos foros internacionales donde realmente se toman las decisiones importantes. En su investigación, Tim Schwab argumenta que la organización privada sin ánimo de lucro más poderosa del mundo también puede servir para interferir en áreas como la sanidad, los mercados privados, las políticas públicas, la investigación científica y, por supuesto, los medios de comunicación. Lo que empezó como una fiesta de pijamas ha acabado evolucionando en algo más complejo y sofisticado, pero no esperes que Bill Gates te lo explique en su podcast.